Los gatos callejeros tienen fervientes defensores y acérrimos detractores. La mayoría de ayuntamientos catalanes, competentes en esta materia, tienen delegada la gestión de las colonias en protectoras que se encargan de su esterilización, desparasitación y alimentación —con carné de alimentadora incluido—. El gasto que genera esta gestión ascendió a 157.000 euros en 2015, sólo en Barcelona, Girona y Tarragona. En total se esterilizaron en estas tres capitales 2.910 animales y se calcula que sólo en Barcelona coexisten 700 colonias con unos 9.000 felinos.
La presencia de gatos callejeros es habitual en pueblos y ciudades y sus colonias pueden llegar a convertirse en un grave problema de insalubridad y generar dificultades de convivencia por malos olores, restos de comida o las épocas de celo. Suelen aparecer por el abandono o huida de gatos domésticos. El objetivo de instituciones públicas y privadas es mejorar la calidad de vida del gato callejero evitando zonas sobre-pobladas y acabar con los conflictos sin necesidad de exterminar, prohibido por la Ley de protección a los animales de 2008. La castración es, según los expertos, —a pesar de que no siempre de esta sensación— el método más efectivo y menos costoso, en comparación con la captura, mantenimiento y sacrificio.
La castración del macho consiste en quitarle los testículos y la de la hembra los ovarios y la matriz. Estas operaciones cuestan entre 40 y 80 euros y entre 70 y 200 euros respectivamente, pero las clínicas acostumbran a hacerles un precio cerrado más económico a las asociaciones. Francesc Alcázar, veterinario de Ponts (la Noguera), destaca la importancia de la castración, ya que la gata es un animal muy prolífico por ser de ovulación inducida —ovula cada vez que se aparea— y con cada esterilización, calculando que pueden tener 3 partos al año, se pueden evitar unos 10 cachorros.
Los gatos asilvestrados son también un grave problema para los micro-mamíferos y la ornitofauna del Parque Natural dels Aiguamolls del Empordà. Topos, crías de conejos, comadrejas o jilgueros terminan siendo víctimas de los felinos, no siempre para comérselos, muchas veces simplemente los matan. Los responsables del Parque han detectado que en dos de las tres Reservas Naturales Integrales (RNI) hay en total unos 70 gatos. Por su condición de depredadores, se comen todo lo más pequeño que ellos. “Es una situación muy grave que genera un gran desequilibrio. Tiene difícil solución porque ellos pueden comérselo todo, pero a ellos no se les puede eutanasiar por ley, explica el director del Parque, Sergio Romero de Tejada. “Es muy grave porque también se comen aves protegidas”, añade.
Entre los beneficios de la castración de las hembras está la reducción de la población, y en los machos todo lo derivado de las épocas de celo, peleas y maullidos. Para Alcázar el control sanitario también es indispensable para evitar la transmisión a los humanos de parásitos intestinales como la toxoplasmosis o la Tenia. Aunque los excrementos se eliminen de parques o jardines, el huevo de la toxoplasmosis permanece, y un niño que juegue podría ponérselo en la boca y enfermar.
En este sentido se manifiestan desde la Asociación de Veterinarios Españoles Especialistas en Pequeños Animales (AVEPA). Aconsejan vacunar y desparasitar el mismo día de la castración. No ven “aceptable éticamente” alimentar a los gatos de la calle sin darles los cuidados médicos, “por qué sólo serviría para perpetuar la sobrepoblación y sus consecuencias negativas”. Pero estas colonias también tienen otros problemas asociados, como la gente no autorizada que les da comida que no es seca, y se convierte en un reclamo para animales, como jabalíes o gaviotas.
Existen claros ejemplos de animadversión hacia estos animales. En Castellfollit de la Roca y Blanes, ha habido muertes por envenenamiento. Pero hay asociaciones que hacen una destacable labor en favor de estos felinos. Cadaqués y el Port de la Selva, con una cabaña de más de 500 ejemplares, son ejemplo de buena organización. Incluso hacen colectas a los turistas o venden manualidades para recaudar fondos. Sus mismas socias, curiosamente todas mujeres, se encargan de capturarlos y llevarlos a castrar. Una vez hecho —se les reconoce porqué se les hace un pequeño corte en la oreja— los devuelven a la colonia.
La esterilización supone una estabilización a largo plazo del número de individuos de la colonia. El gato castrado ocupa su espacio y echa a otros porque es muy territorial. Como hay menos nacimientos, sumado a muertes naturales y accidentales, el número se reduce o permanece estable.
Girona, Blanes, Manlleu, el Port de la Selva y Begur invierten anualmente en esterilización 8.000, 6.000, 2.700, 600 y 450 euros respectivamente. Pero no todas las arcas municipales pueden hacer frente a la gestión de las colonias. En Bellmunt d’Urgell (la Noguera) con menos de 200 habitantes, calculan que la cabaña de gatos llega al centenar. Más trágica es la situación en Báscara, donde una colonia está establecida en la guardería. “Llega un momento que parece que tienen más derechos los gatos que las personas”, lamenta el alcalde, Narcís Saurina.